Sí, el sacerdote egipcio Manetón
escribió una historia de Egipto allá por el siglo III antes de Cristo, pero hoy
desconocemos dónde pueda haber una copia o si siquiera existe una copia. No
obstante, en el siglo primero de nuestra era sí que existía un ejemplar de esa
historia puesto que al historiador judío del primer siglo, Flavio Josefo, le
fue posible consultarla. Una de las obras escritas por el historiador judío es
“Contra Apión”, y en ella hace varias citas de la historia escrita de Manetón.
Según dice Josefo que según escribió Manetón, en aquella historia de Egipto hoy
perdida sí que se habla de un único y extraño éxodo protagonizado por unas
gentes a las que el sacerdote egipcio llama “hicsos”, cuyo primer significado
fue el de “reyes pastores” pero que ahora los expertos prefieren decir
“gobernantes de los países extranjeros”.
La transcripción hecha por Josefo
dice que aquellos hicsos dominaron Egipto sin una sola batalla, que después de
un tiempo cometieron sacrilegio contra los dioses egipcios pero que los
egipcios finalmente se revelaron y echaron a los extranjeros, que estos
marcharon hacia Canaán y fundaron Jerusalén, todo el tiempo sin mencionar para
nada a los israelitas. Los expertos del siglo XXI se resisten a relacionar a
estos hicsos con los israelitas, cuando lo cierto es que las últimas
excavaciones realizadas en el delta oriental del Nilo, lugar en el que también
se sitúan a los llamados hicsos, están
dejando al descubierto poblaciones enteras en las que vivieron gentes semitas,
incluso se han encontrado sellos jeroglíficos con el nombre de Jacob.
Parece que el sacerdote y escriba
egipcio Manetón sintió la imperiosa necesidad de contar las cosas de modo
diferente a como lo habían hecho los judíos de Alejandría, después de todo, si
alguien leía una u otra historia, siempre sería la palabra de los judíos contra
la palabra de los egipcios. El éxodo tal como lo cuentan los judíos había
tenido lugar en el siglo XVI antes de Cristo, ¿quién quedaba vivo para
contradecir a judíos o egipcios? ¿A quién le podía importar si las cosas fueron
de este o de aquel modo? Y Manetón escribió su propia versión de la historia.
Pero ahora veamos estos relatos
del siguiente punto de vista. Aceptemos que el sacerdote Manetón dio
credibilidad al relato hebreo, pero se encontró con que la mayor desgracia de
índole religiosa que habían padecido los egipcios antiguos coincidía con el
reinado del más glorioso de los faraones que el país tuvo nunca, con Ramsés II
el Grande, considerado como un dios viviente. Eso pudo llegar a ser inaceptable
para Manetón. Él tenía ahora la oportunidad de hacer algo y seguro que nadie le
pediría cuentas por lo que pudo llegar a hacer. Pudo decidir separar
cronológicamente a Ramsés II de la época del éxodo israelita, pero mejor aún, pudo
decidir mover hacia el futuro a buena parte de la dinastía XVIII.
Verán. Yo siempre me he
preguntado que por qué el siguiente faraón después de Menefta I no dirigió una
campaña de persecución y castigo contra los antiguos esclavos hebreos, que aún
debían de estar inmersos en el famoso éxodo por el desierto, nadie los
persiguió. De hecho, el siguiente faraón en poner sus botas militares en la
tierra de Israel lo hizo unos 500 años más tarde, ¿por qué ningún faraón se
volvió a fijar en la antigua colonia de Canaán durante esos cinco siglos?
El siguiente faraón después de
Menefta fue Ramsés III, que no tenía nada que ver con la familia ramesida, este
hombre tuvo que solucionar el enfrentamiento inconcluso contra los filisteos de
la costa, comenzaba a tener serios problemas con los libios de la frontera
occidental, durante su gobernación estalló la que se puede considerar la
primera huelga de la historia, pues los artesanos que construían las tumbas en
el sur se negaron a seguir trabajando porque no les llegaban ni los salarios ni
los alimentos, y por si fuera poco Ramsés III se vio forzado a enfrentarse a un
intento de asesinato en su persona procedente de su propio harén. No, Ramsés
III no tuvo literalmente ni tiempo ni ganas de perseguir a nadie.
Luego siguieron otros Ramsés y el
caos comenzó a adueñarse de Egipto, otros faraones se sentaron efímeramente en
el trono de cuyos nombres no sabemos nada ni cuantos fueron. La maniobra del
sacerdote Manetón fue astuta, movió a casi toda la dinastía XVIII hacia el futuro,
y el hueco que quedó fue rellenado con el caos de efímeros faraones que
siguieron a Ramsés III. Por eso, la época de los hicsos, finales del siglo
XVIII y siglo XVII antes de Cristo, es una época que los historiadores ven muy
confusa y de la que no saben muy bien qué es lo que pudo haber estado
sucediendo. El caos que pudo haber pertenecido a los siglos XVI y X a.C.,
Manetón lo trasladó sin remordimientos de conciencia a algún momento del siglo
XVIII a.C., y de ese modo colocó a Ramsés II en una época que no le pertenece.
Por otro lado, los egiptólogos
actuales se han valido de las listas reales confeccionadas por Manetón, también
de algunas listas grabadas en los muros de los templos, y de algunos otros
documentos fragmentados para montar las actuales 31 dinastías de faraones que
se supone que existieron, este estado de cosas es el responsable de que no
coincidan las cronologías egipcia e israelita.
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