lunes, 24 de abril de 2017

Se consolida la manipulación histórica





Sí, el sacerdote egipcio Manetón escribió una historia de Egipto allá por el siglo III antes de Cristo, pero hoy desconocemos dónde pueda haber una copia o si siquiera existe una copia. No obstante, en el siglo primero de nuestra era sí que existía un ejemplar de esa historia puesto que al historiador judío del primer siglo, Flavio Josefo, le fue posible consultarla. Una de las obras escritas por el historiador judío es “Contra Apión”, y en ella hace varias citas de la historia escrita de Manetón. Según dice Josefo que según escribió Manetón, en aquella historia de Egipto hoy perdida sí que se habla de un único y extraño éxodo protagonizado por unas gentes a las que el sacerdote egipcio llama “hicsos”, cuyo primer significado fue el de “reyes pastores” pero que ahora los expertos prefieren decir “gobernantes de los países extranjeros”.

La transcripción hecha por Josefo dice que aquellos hicsos dominaron Egipto sin una sola batalla, que después de un tiempo cometieron sacrilegio contra los dioses egipcios pero que los egipcios finalmente se revelaron y echaron a los extranjeros, que estos marcharon hacia Canaán y fundaron Jerusalén, todo el tiempo sin mencionar para nada a los israelitas. Los expertos del siglo XXI se resisten a relacionar a estos hicsos con los israelitas, cuando lo cierto es que las últimas excavaciones realizadas en el delta oriental del Nilo, lugar en el que también se sitúan a los llamados hicsos,  están dejando al descubierto poblaciones enteras en las que vivieron gentes semitas, incluso se han encontrado sellos jeroglíficos con el nombre de Jacob.

Parece que el sacerdote y escriba egipcio Manetón sintió la imperiosa necesidad de contar las cosas de modo diferente a como lo habían hecho los judíos de Alejandría, después de todo, si alguien leía una u otra historia, siempre sería la palabra de los judíos contra la palabra de los egipcios. El éxodo tal como lo cuentan los judíos había tenido lugar en el siglo XVI antes de Cristo, ¿quién quedaba vivo para contradecir a judíos o egipcios? ¿A quién le podía importar si las cosas fueron de este o de aquel modo? Y Manetón escribió su propia versión de la historia.

Pero ahora veamos estos relatos del siguiente punto de vista. Aceptemos que el sacerdote Manetón dio credibilidad al relato hebreo, pero se encontró con que la mayor desgracia de índole religiosa que habían padecido los egipcios antiguos coincidía con el reinado del más glorioso de los faraones que el país tuvo nunca, con Ramsés II el Grande, considerado como un dios viviente. Eso pudo llegar a ser inaceptable para Manetón. Él tenía ahora la oportunidad de hacer algo y seguro que nadie le pediría cuentas por lo que pudo llegar a hacer. Pudo decidir separar cronológicamente a Ramsés II de la época del éxodo israelita, pero mejor aún, pudo decidir mover hacia el futuro a buena parte de la dinastía XVIII.

Verán. Yo siempre me he preguntado que por qué el siguiente faraón después de Menefta I no dirigió una campaña de persecución y castigo contra los antiguos esclavos hebreos, que aún debían de estar inmersos en el famoso éxodo por el desierto, nadie los persiguió. De hecho, el siguiente faraón en poner sus botas militares en la tierra de Israel lo hizo unos 500 años más tarde, ¿por qué ningún faraón se volvió a fijar en la antigua colonia de Canaán durante esos cinco siglos?

El siguiente faraón después de Menefta fue Ramsés III, que no tenía nada que ver con la familia ramesida, este hombre tuvo que solucionar el enfrentamiento inconcluso contra los filisteos de la costa, comenzaba a tener serios problemas con los libios de la frontera occidental, durante su gobernación estalló la que se puede considerar la primera huelga de la historia, pues los artesanos que construían las tumbas en el sur se negaron a seguir trabajando porque no les llegaban ni los salarios ni los alimentos, y por si fuera poco Ramsés III se vio forzado a enfrentarse a un intento de asesinato en su persona procedente de su propio harén. No, Ramsés III no tuvo literalmente ni tiempo ni ganas de perseguir a nadie.

Luego siguieron otros Ramsés y el caos comenzó a adueñarse de Egipto, otros faraones se sentaron efímeramente en el trono de cuyos nombres no sabemos nada ni cuantos fueron. La maniobra del sacerdote Manetón fue astuta, movió a casi toda la dinastía XVIII hacia el futuro, y el hueco que quedó fue rellenado con el caos de efímeros faraones que siguieron a Ramsés III. Por eso, la época de los hicsos, finales del siglo XVIII y siglo XVII antes de Cristo, es una época que los historiadores ven muy confusa y de la que no saben muy bien qué es lo que pudo haber estado sucediendo. El caos que pudo haber pertenecido a los siglos XVI y X a.C., Manetón lo trasladó sin remordimientos de conciencia a algún momento del siglo XVIII a.C., y de ese modo colocó a Ramsés II en una época que no le pertenece.

Por otro lado, los egiptólogos actuales se han valido de las listas reales confeccionadas por Manetón, también de algunas listas grabadas en los muros de los templos, y de algunos otros documentos fragmentados para montar las actuales 31 dinastías de faraones que se supone que existieron, este estado de cosas es el responsable de que no coincidan las cronologías egipcia e israelita.       

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