jueves, 26 de enero de 2017

Esperando a los dioses 4




No se puede precisar cuándo fue que llegaron los fenicios al Nuevo Mundo, pero si los fenicios fundaron su última colonia (Tartesos) en el Mediterráneo hacia el año 1000 a.C., eso quiere decir que a partir de ese año se pusieron a buscar nuevos horizontes, y en el caso que nos ocupa hicieron eso desde las islas Canarias, luego sucedió todo lo que ya hemos narrado en este blog.

Todo fue muy bien durante muchos años, los extraordinarios y astutos mercaderes fenicios debieron de hacer muchos viajes de ida y vuelta al Nuevo Mundo en busca de oro y mercancías exóticas, pero a cambio culturizaron a aquellos nativos y se sembró el germen de grandes civilizaciones que llegarían más tarde como los mayas, los incas y los aztecas. Todo parecía ir bien, pero de repente aquellos benefactores extranjeros decidieron que se tenían que ir irremediablemente, pero prometieron a las gentes que tanto los admiraban que volverían, esa fue la promesa de los fenicios. ¿Qué les sucedió a los fenicios para marcharse de forma tan brusca de unas tierras que los habían enriquecido? ¿Y por qué ya no volvieron nunca más? Para responder a estas preguntas tenemos que ir a Oriente Medio, es el año 332 a.C., y fijarnos en la ciudad capital de los fenicios, en Tiro.



Tiro era el principal puerto comercial de los fenicios y se componía de dos partes, la parte peninsular y la parte insular que era una islita a poca distancia de la costa, eso era la ciudad de Tiro en el siglo IV a.C. Hacia el año 600 a.C. esta ciudad entró en los planes de conquista del rey babilonio Nabucodonosor, los ejércitos del cual pusieron sitio a Tiro, un sitio que duró nada más y nada menos que 13 años, pero al final los babilonios se tuvieron que marchar chasqueados sin haber podido conquistar la parte insular de Tiro, los babilonios no habían sabido de qué manera llegar hasta la islita en donde se habían refugiado los que habitaban la parte peninsular de la capital, no obstante aquellos 13 años de asedio fueron un severo toque de atención para los fenicios. Imaginemos la situación: Comienza el largo asedio de los babilonios sobre la capital, en la parte insular de Tiro se habían refugiado todos los fenicios que habían sobrevivido, familias enteras. Ahora algún barco fenicio o varios, no sabemos, inician el viaje hacia el otro lado del Atlántico con la apremiante noticia de que Fenicia estaba siendo atacada por los babilonios, que las familias y posesiones de los fenicios que estaban entre los nativos de Centroamérica estaban siendo atacadas y en peligro de muerte, esto debió de causar una fuerte conmoción entre aquellos hombres, que llenos de pánico decidieron regresar todos ellos a su tierra de origen para defender a sus familias, pero una vez que hubiera pasado el peligro volverían. Así que todos ellos abandonaron aquellas nuevas y ricas tierras y finalmente llegarían a la Tiro insular, podían ver que en la costa todavía estaban los ejércitos babilonios pero inactivos e indecisos, hasta que después de varios años de asedio el enemigo se retiró definitivamente.



A los fenicios de la Tiro insular se les metió el miedo en el cuerpo, los paralizó, no sabían si el enemigo volvería o no ni cuándo lo podría hacer, y cesaron sus actividades viajeras más preocupados por organizar una buena defensa que por otras cosas, y parece que estas personas ya no volvieron a ocupar la parte peninsular de la capital, la cual dicho sea de paso continuaba con sus ruinas amontonadas allí y que los habitantes de la isla veían todos los días. Pasaron los años, para ser precisos transcurrieron más de dos siglos, ahora estamos en el año 332 a.C., y un nuevo peligro acechó a los fenicios que quedaban en la isla, un nuevo conquistador se plantó frente a la isla con su ejército, estamos hablando del gran Alejandro Magno. Parece que al principio Alejandro pretendió entrar en la Tiro insular pacíficamente y tomar posesión sin pelear, pero aquellos fenicios se negaron y comenzó la batalla. Alejandro se encontraba con el mismo problema con que se había encontrado Nabucodonosor dos siglos antes, el mar impedía que los macedonios corrieran hasta la isla y los isleños estaban relativamente a salvo, ¿qué haría ahora Alejandro? Pues sí, los ingenieros militares que llevaba Alejandro sí que supieron qué hacer, aunque en esta ocasión al ejercito del macedonio le acompañaban algunos barcos. Mientras los barcos macedonios distraían a las defensas de la ciudad, los macedonios que estaban en tierra cogieron todas las ruinas de la vieja Tiro y las fueron echando al mar poco a poco, y de ese modo construyeron una calzada que llegaba hasta las mismas murallas de la Tiro insular, finalmente, después de siete meses, se abrió brecha en los muros, que eran de 46 m. de altura. Además de los 8.000 militares muertos en batalla, se dio muerte como represalia a 2.000 cabecillas, y 30.000 habitantes de Tiro fueron vendidos como esclavos. Así llegó a su fin el poderío naval y comercial de los fenicios, ya nunca más volvieron a ser lo que habían sido y prácticamente desaparecieron de la historia. ¿Les parece a ustedes, amigos lectores, que estos hechos son suficiente motivo para que los fenicios hubieran abandonado precipitadamente la fuente de sus exóticas mercancías del otro lado del océano y ya no pudieran regresar nunca más? Pues eso es lo que sucedió, y los nativos del centro del Nuevo Mundo descubierto allende de los mares se quedaron esperando infructuosamente.

Esto tiene que haber sido de ese modo. Todos los países candidatos a ser aquellos hombres blancos y con barba que llegaron a Centroamérica procedentes del nacimiento del sol siguen existiendo hoy, todos menos uno, menos Fenicia. Ni árabes, ni egipcios, ni griegos, ni romanos, ninguno de ellos guardan memoria de que sus antepasados viajaran hasta el otro lado del Atlántico, ¿hubieran algunos de estos pueblos abandonado para siempre una fuente de riquezas como la que había al otro lado del océano?

Con el tiempo llegaron al Nuevo Mundo otros exploradores europeos, y como todos sabemos fueron muchos los barcos que volvieron a la vieja Europa cargados de oro, un oro que esta vez no recibieron como donación voluntaria sino como una apropiación más o menos forzosa. Esta es mi visión de lo que pudo haber acontecido, esperemos que alguna vez brille más luz sobe esta cuestión.

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