martes, 17 de enero de 2017




Tell el-Amarna fue la ciudad capital del faraón Akenatón, solo él y su corte vivieron allí, luego el lugar fue paulatinamente abandonado y las ruinas acabaron sepultadas por las arenas del desierto. Pero entre sus ruinas se han realizado algunos interesantes descubrimientos, por ejemplo el hermoso busto de la reina Nefertiti que actualmente se conserva en Berlín, eso y unas 379 tablillas escritas en cuneiforme por algunos reyes de Canaán y de Siria, algunas de estas cartas fueron dirigidas al faraón que en aquel momento estaba gobernando, fueron dirigidas a Akenatón. Son estas cartas dirigidas a Akenatón las que provocan interés, sí, porque estas cartas se están quejando al faraón de las incursiones o razias que están llevando a cabo unas gentes a las que los reyes cananeos llaman “habirú”. Muchos eruditos han intentado identificar a estos enigmáticos habirú con la conquista de Canaán que protagonizó el pueblo israelita, pero eso no parece nada plausible dado que los israelitas hicieron verdaderas guerras, mientras que los habirú solo protagonizaron razias y nada más que eso.

¿Así que quiénes pueden haber sido los misteriosos Habirú de los que hablan las cartas de los reyes cananeos dirigidas a Akenatón? Si el faraón Akenatón y el bíblico José fueron contemporáneos, ¿se enteraría el primer ministro hebreo de lo que decían esas cartas? Como el segundo en el poder que era por nombramiento real, José tendría que haber tenido acceso a la correspondencia que llegaba a palacio, así que es razonable pensar que José sí conociera lo que decían aquellas cartas, pero nada en la Biblia indica que entrara algún tipo de nerviosismo en él o en la corte, ¿por qué no?

No, los habirú no eran los israelitas durante su conquista de Canaán, pero esas gentes llamadas habirú en las cartas de Tell el-Amarna sí que podrían haber tenido relación directa con los patriarcas de las incipientes tribus de Israel, ¿les sorprende esta declaración? Verán, tenemos a José que ya hace años que está ejerciendo como primer ministro de Egipto, pero por las tierras de Canaán todavía estaban viviendo como nómadas su padre Jacob y todos sus hermanastros, aquellos que lo habían vendido a una caravana de mercaderes que marchaban a Egipto. Jacob, sus hijos y sus nietos nunca se integraron con las pequeñas ciudades estado, con los pequeños reinos que estaban diseminadas a lo largo y ancho de Canaán, ellos siempre vivieron en tiendas de campaña, pero en una ocasión el campamento de Jacob acampó al lado de una importante ciudad estado que se llamaba Siquem con el propósito de adquirir algunas mercancías necesarias.

En una vida de nómadas me imagino que se lleva una vida relativa de aislamiento, poco contacto con los demás, y menos en aquellos tiempos en que la población no era tan numerosa. En el campamento de Jacob también había gente joven, entre ellos la hija pequeña del propio Jacob llamada Dina, y en cuanto la muchacha vio que en la ciudad había otras jóvenes como ella en seguida entabló amistad con ellas, podríamos pensar que eso era algo lógico ¿verdad? Según nuestra mentalidad del siglo XXI diríamos que sí, pero aquella relación amistosa entre Dina y las muchachas de la ciudad dieron paso a sucesos dramáticos.

Parece que Dina, la hija menor de Jacob, entró y salió de la ciudad en varias ocasiones, y eso posibilitó que el príncipe de la ciudad, que también  se llamaba Siquem, se fijara en la muchacha y acabó forzándola, luego sí, luego el príncipe cananeo manifestó su deseo de casarse con Dina, pero los hermanos de ella, Simeón y Leví, se sintieron profundamente agraviados por el cananeo y tramaron una venganza. Simularon aceptar la proposición del príncipe Siquem pero pusieron una condición: todos los hombres de la ciudad se tendrían que circuncidar, y ellos aceptaron.

Cuando todos los hombres de la ciudad estaban convalecientes y, por lo tanto, indefensos, Simeón, Leví y tal vez algunos sirvientes que les acompañaron entraron en la ciudad y pasaron a cuchillo a todos los hombres y saquearon todos los bienes materiales de la ciudad. Todo esto lo habían hecho Simeón y Leví sin el conocimiento del anciano Jacob, y resulta muy interesante lo que dice Jacob cuando se entera del atropello que habían cometido sus hijos: “Ante aquello, Jacob dijo a Simeón y a Leví: “Me han acarreado extrañamiento, haciendo de mí un hedor a los habitantes del país, para los cananeos y los perizitas; mientras que yo soy pocos en número, y ellos ciertamente se reunirán contra mí y me asaltarán y tendré que ser aniquilado, yo y mi casa”. A su vez, ellos dijeron: “¿Había alguien de tratar a nuestra hermana como a una prostituta?... Después de eso partieron, y el terror de Dios vino a estar sobre las ciudades que estaban en derredor de ellos, de modo que no corrieron tras los hijos de Jacob”, Génesis 34:30,31; 35:5.

De modo que el anciano Jacob estaba convencido de que todos los que habitaban en Canaán le perseguirían a él y a su campamento para vengarse, pero algún terror morboso paralizó a las demás ciudades del lugar y no iniciaron ninguna persecución. Ahora bien, ¿y si los habitantes de las demás ciudades cananeas tuvieron la ocurrencia de escribir y pedir socorro al faraón de Egipto exagerando un poco, puesto que desde siempre los egipcios habían sido la potencia dominante en la zona? ¿Pudieron ser estas cartas aquellas que siglos más tarde se encontraron en Tell el-Amarna? La idea resulta seductora.

El primer ministro egipcio José tuvo que leer esas cartas, además, no parece probable que se hubiera dejado de interesar por su familia que siguió viviendo en Canaán, y las caravanas de mercaderes que iban y venían irían transmitiendo informes de cuál era la situación en Canaán, todo ello permitió que en Egipto vieran que la situación no era grave, y hasta puede que el propio José reconociera rasgos familiares en la información que le iba llegando. El resultado final fue que el socorro solicitado por los reyes cananeos jamás se puso en marcha, no hay ninguna constancia de que eso se hiciera.

Estamos de acuerdo en una cosa, los habirú no pudieron ser los israelitas en su conquista de Canaán, pero nada se opone a que esos llamados habirú fueran los hermanastros de José cuando atacaron y saquearon la ciudad de Siquem (Canaán) durante el reinado del faraón Akenatón.

No hay ningún otro faraón en el que coincidan todos los datos de los que aquí hemos hablado, solo Akenatón reúne esas características. Pues bien, habiendo dicho todo lo que hemos dicho sobre este tema un servidor da por terminado esta cuestión, pero seguirán otros temas. Yo invito a quienes hayan leído mis artículos a que den algún comentario en el sentido que crean conveniente, que no se priven de hacer preguntas, eso nos enriquecerá a todos. 

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