Tell
el-Amarna fue la ciudad capital del faraón Akenatón, solo él y su corte
vivieron allí, luego el lugar fue paulatinamente abandonado y las ruinas
acabaron sepultadas por las arenas del desierto. Pero entre sus ruinas se han
realizado algunos interesantes descubrimientos, por ejemplo el hermoso busto de
la reina Nefertiti que actualmente se conserva en Berlín, eso y unas 379
tablillas escritas en cuneiforme por algunos reyes de Canaán y de Siria,
algunas de estas cartas fueron dirigidas al faraón que en aquel momento estaba
gobernando, fueron dirigidas a Akenatón. Son estas cartas dirigidas a Akenatón
las que provocan interés, sí, porque estas cartas se están quejando al faraón
de las incursiones o razias que están llevando a cabo unas gentes a las que los
reyes cananeos llaman “habirú”. Muchos eruditos han intentado identificar a
estos enigmáticos habirú con la conquista de Canaán que protagonizó el pueblo
israelita, pero eso no parece nada plausible dado que los israelitas hicieron
verdaderas guerras, mientras que los habirú solo protagonizaron razias y nada
más que eso.
¿Así
que quiénes pueden haber sido los misteriosos Habirú de los que hablan las
cartas de los reyes cananeos dirigidas a Akenatón? Si el faraón Akenatón y el
bíblico José fueron contemporáneos, ¿se enteraría el primer ministro hebreo de
lo que decían esas cartas? Como el segundo en el poder que era por nombramiento
real, José tendría que haber tenido acceso a la correspondencia que llegaba a
palacio, así que es razonable pensar que José sí conociera lo que decían
aquellas cartas, pero nada en la Biblia indica que entrara algún tipo de
nerviosismo en él o en la corte, ¿por qué no?
No,
los habirú no eran los israelitas durante su conquista de Canaán, pero esas
gentes llamadas habirú en las cartas de Tell el-Amarna sí que podrían haber
tenido relación directa con los patriarcas de las incipientes tribus de Israel,
¿les sorprende esta declaración? Verán, tenemos a José que ya hace años que
está ejerciendo como primer ministro de Egipto, pero por las tierras de Canaán
todavía estaban viviendo como nómadas su padre Jacob y todos sus hermanastros,
aquellos que lo habían vendido a una caravana de mercaderes que marchaban a
Egipto. Jacob, sus hijos y sus nietos nunca se integraron con las pequeñas
ciudades estado, con los pequeños reinos que estaban diseminadas a lo largo y
ancho de Canaán, ellos siempre vivieron en tiendas de campaña, pero en una
ocasión el campamento de Jacob acampó al lado de una importante ciudad estado
que se llamaba Siquem con el propósito de adquirir algunas mercancías
necesarias.
En
una vida de nómadas me imagino que se lleva una vida relativa de aislamiento,
poco contacto con los demás, y menos en aquellos tiempos en que la población no
era tan numerosa. En el campamento de Jacob también había gente joven, entre
ellos la hija pequeña del propio Jacob llamada Dina, y en cuanto la muchacha
vio que en la ciudad había otras jóvenes como ella en seguida entabló amistad
con ellas, podríamos pensar que eso era algo lógico ¿verdad? Según nuestra
mentalidad del siglo XXI diríamos que sí, pero aquella relación amistosa entre
Dina y las muchachas de la ciudad dieron paso a sucesos dramáticos.
Parece
que Dina, la hija menor de Jacob, entró y salió de la ciudad en varias
ocasiones, y eso posibilitó que el príncipe de la ciudad, que también se llamaba Siquem, se fijara en la muchacha y
acabó forzándola, luego sí, luego el príncipe cananeo manifestó su deseo de
casarse con Dina, pero los hermanos de ella, Simeón y Leví, se sintieron profundamente
agraviados por el cananeo y tramaron una venganza. Simularon aceptar la
proposición del príncipe Siquem pero pusieron una condición: todos los hombres
de la ciudad se tendrían que circuncidar, y ellos aceptaron.
Cuando
todos los hombres de la ciudad estaban convalecientes y, por lo tanto,
indefensos, Simeón, Leví y tal vez algunos sirvientes que les acompañaron
entraron en la ciudad y pasaron a cuchillo a todos los hombres y saquearon
todos los bienes materiales de la ciudad. Todo esto lo habían hecho Simeón y
Leví sin el conocimiento del anciano Jacob, y resulta muy interesante lo que
dice Jacob cuando se entera del atropello que habían cometido sus hijos: “Ante
aquello, Jacob dijo a Simeón y a Leví: “Me han acarreado extrañamiento,
haciendo de mí un hedor a los habitantes del país, para los cananeos y los
perizitas; mientras que yo soy pocos en número, y ellos ciertamente se reunirán
contra mí y me asaltarán y tendré que ser aniquilado, yo y mi casa”. A su vez,
ellos dijeron: “¿Había alguien de tratar a nuestra hermana como a una
prostituta?... Después de eso partieron, y el terror de Dios vino a estar sobre
las ciudades que estaban en derredor de ellos, de modo que no corrieron tras
los hijos de Jacob”, Génesis 34:30,31; 35:5.
De
modo que el anciano Jacob estaba convencido de que todos los que habitaban en
Canaán le perseguirían a él y a su campamento para vengarse, pero algún terror
morboso paralizó a las demás ciudades del lugar y no iniciaron ninguna
persecución. Ahora bien, ¿y si los habitantes de las demás ciudades cananeas
tuvieron la ocurrencia de escribir y pedir socorro al faraón de Egipto
exagerando un poco, puesto que desde siempre los egipcios habían sido la
potencia dominante en la zona? ¿Pudieron ser estas cartas aquellas que siglos más
tarde se encontraron en Tell el-Amarna? La idea resulta seductora.
El
primer ministro egipcio José tuvo que leer esas cartas, además, no parece
probable que se hubiera dejado de interesar por su familia que siguió viviendo
en Canaán, y las caravanas de mercaderes que iban y venían irían transmitiendo
informes de cuál era la situación en Canaán, todo ello permitió que en Egipto
vieran que la situación no era grave, y hasta puede que el propio José
reconociera rasgos familiares en la información que le iba llegando. El
resultado final fue que el socorro solicitado por los reyes cananeos jamás se
puso en marcha, no hay ninguna constancia de que eso se hiciera.
Estamos
de acuerdo en una cosa, los habirú no pudieron ser los israelitas en su
conquista de Canaán, pero nada se opone a que esos llamados habirú fueran los
hermanastros de José cuando atacaron y saquearon la ciudad de Siquem (Canaán)
durante el reinado del faraón Akenatón.
No
hay ningún otro faraón en el que coincidan todos los datos de los que aquí
hemos hablado, solo Akenatón reúne esas características. Pues bien, habiendo
dicho todo lo que hemos dicho sobre este tema un servidor da por terminado esta
cuestión, pero seguirán otros temas. Yo invito a quienes hayan leído mis
artículos a que den algún comentario en el sentido que crean conveniente, que
no se priven de hacer preguntas, eso nos enriquecerá a todos.
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